La Plaza Real es uno de los rincones más visitados de Barcelona. Casi a todas horas se puede encontrar movimiento en ella. Llena de restaurantes con diversas propuestas gastronómicas y locales donde la música moderna está presente. Pero hubo un tiempo donde en este espacio se pudo disfrutar de ópera, unos pocos años a mediados del siglo XIX.
El Antiguo Convento de Santa Madrona
Hasta 1847 no podemos imaginar la Plaza Real con su forma actual, es decir, siendo un espacio abierto. Durante mucho tiempo atrás, en ese lugar se encontraba el Convento de Santa Madrona, también conocido como el Convento de los Capuchinos. Si retrocedemos en el tiempo hasta el origen de su construcción, llegamos a 1723. Durante más de 100 años estuvo en pie, pero no siempre como lugar religioso.
¿Plaza sí, plaza no?
En 1836 este convento se desamortiza y pasa a manos de la ciudad de Barcelona. El ayuntamiento en ese momento se plantea qué hacer con la nueva propiedad y se debate entre la opción de reconstruir el espacio en una nueva plaza o crear un equipamiento público para el ocio de los barceloneses. Hasta que se deciden entre las propuestas, acondicionan una parte del convento para crear un Teatro llamado Teatro Animado o Teatro de los Capuchinos.
Un concurso desierto
Por fin, en 1841 se convoca un concurso para construir un nuevo teatro para la friolera de 4.000 personas. Al mismo se presentan dos candidaturas encabezadas por Francesc Daniel Molina y por Josep Oriol Mestres. Gracias a los archivos y la prensa de la época podemos saber algunos detalles como el lema del proyecto presentado por Josep Oriol Mestre, “El genio crea, el gusto escoge”. Por lo visto ninguna de las dos propuestas llegó a convencer al jurado y el concurso quedó desierto.
Un apaño para empezar
Nuevamente, el debate entre plaza sí o plaza no, queda parado hasta una nueva decisión, pero mientras tanto el ayuntamiento alquila el edificio a una sociedad privada. El trato con esta sociedad era poder explotar durante 3 años como teatro una zona del antiguo convento. Para ello, se habilitó parte de la iglesia existente y se consiguió crear un teatro a la italiana, con forma de herradura y con capacidad para 1.000 personas. El teatro adaptado contaba con platea, 3 pisos con palcos y un 4º piso con gradas.
Se abre el telón
Con este panorama, el 16 de abril de 1843 se inaugura el Teatro Nou de la Rambla con una obra de teatro hablada. Hasta el 1 de junio del mismo año no llega la música a la sala. Y llega con un estreno en la ciudad, la ópera Pia de’ Tolomei de Donizetti. Empieza en ese momento una interesante temporada de ópera que competirá con otros espacios de la ciudad.

Se ponen en escena muchas obras de Gaetano Donizetti como Lucia di Lammermoor, Belisario, Roberto Devereux. Incluso se estrenan otras óperas del compositor como La Figlia di reggimento. Un año más tarde, en 1845, llega a Barcelona por primera vez la ópera Ernani de Giuseppe Verdi. No podemos olvidarnos de otro acontecimiento importantísimo que se produjo en el Teatre Nou, dos conciertos que realizó el famoso compositor y pianista Franz Liszt en su visita a Barcelona. El 14 y el 15 de abril del mismo año se pudo escuchar al músico virtuoso tocar obras suyas y arreglos propios de las óperas más famosas.
Cruzados y Capuchinos
En la Rambla, tan sólo unos metros por debajo, se encontraba uno de los teatros más importantes y antiguo de la ciudad, El Teatro de la Santa Creu. El nombre lo recibió de su vinculación con el antiguo Hospital de la Santa Creu. Según un privilegio real de Felipe V, contaban con la exclusividad de los estrenos en la ciudad con el objetivo de recaudar fondos para el Hospital. A mediados del siglo XIX, con la creación de nuevos teatros donde se ponía en escena ópera, los empresarios del Teatro de la Santa Creu deciden cambiar el nombre y lo bautizan como Teatro Principal. Toda una estrategia de márquetin para diferenciarse del resto y marcar posición entre los modernos y “nuevos” teatros.
Durante la vida operística del Teatre Nou, el Teatre Principal seguía con su temporada de ópera y se produjo un momento cultural muy intenso en la ciudad. De hecho, los aficionados de cada teatro mantenían disputas por la calidad de los estrenos. El público afín a cada teatro recibió un nombre adecuado a su lugar, nace en ese momento el rifirrafe entre “Los Cruzados” y “Los Capuchinos”.
Llegó el Liceu, y llegó la Plaza Real
Después de unos años de actividad musical, y con el inicio de la construcción del Teatre del Liceu (también en la Rambla), la opción de construir una gran plaza recobra fuerza. El 10 de junio de 1847 empieza el derribo del Teatre Nou y de todo el resto del antiguo convento y la Plaza Real comienza a ver la luz más parecida a como la conocemos ahora.